José Saramago: "Nada está mejorando"
Alfonso Daniels
BBC
José Saramago ante su casa de Lisboa.
José Saramago presenta el 25 de junio su último libro, "El cuaderno".
José Saramago presenta el próximo 25 de junio su último libro, "El Cuaderno", una recopilación de las mejores entradas de su blog. El escritor portugués, de 86 años, nos recibe en su casa de Lisboa.
En un antiguo y pintoresco barrio obrero de Lisboa, una sencilla casa de dos plantas resalta entre las demás, marcada por una cerámica azul de una joven en la fachada.
Su nombre es "Blimunda", el mismo que el del personaje de la novela que llevó a la fama en 1987 al Premio Nobel portugués José Saramago.
Adentro, el autor de 86 años, considerado el mejor escritor vivo junto a Philip Roth por la crítica literaria, incluyendo a Harold Bloom, baja las escaleras lentamente, ayudado por su mujer, para una de las raras entrevistas concedidas a una publicación británica.
Existen pocas dudas sobre su genio literario, pero Saramago es incluso más famoso por sus orgullosas opiniones de izquierdas, que recientemente le llevaron a asumir la lucha contra el líder de derechas de Italia, Silvio Berlusconi, a quien llama “vómito”.
Y en 2002, comparó los territorios palestinos con el antiguo campo de concentración nazi de Auschwitz.
“Soy un comunista hormonal, mi cuerpo contiene hormonas que hacen crecer mi barba y otras que me hacen comunista. ¿Cambiar? ¿Para qué? Me sentiría avergonzado, y no quiero convertirme en otra persona”, dice.
Enfermedad respiratoria
Saramago pasa sólo unos pocos meses al año en Lisboa. Su residencia permanente está en las Islas Canarias, en España, donde vivió en un exilio simbólico desde 1992, cuando el gobierno portugués bloqueó su novela supuestamente herética, “El Evangelio según Jesucristo”, para ser candidata a un premio literario europeo.
Los relojes de su casa marcan las cuatro de la tarde, la hora en que conoció a su mujer, Pilar del Río, una periodista española 30 años más joven que él con quien se casó en 1998.
Esto explica en parte su español fluido, que habla con una voz débil, consecuencia de una enfermedad respiratoria muy grave que contrajo hace dos años.
Soy un comunista hormonal, mi cuerpo contiene hormonas que hacen crecer mi barba y otras que me hacen comunista. ¿Cambiar? ¿Para qué? Me sentiría avergonzado, y no quiero convertirme en otra persona
José Saramago, premio Nobel de literatura
Pero esto no le ha impedido escribir con profusión. Esta semana presentará “El Cuaderno”, una recopilación de entradas de su popular blog, desde el que flagela al Papa, a Tony Blair y a George Bush.
Y recientemente completó otra novela que se publicará en otoño.
“La escribí muy rápido. Es posiblemente el libro que he escrito con más entusiamo. Tendrá unas 200 páginas y contendrá una sorpresa”, comenta.
De repente, se para a pensar unos instantes, y añade: “no puedo decir más, ni siquiera anunciar su título, o faltaría a mi palabra”.
Se convertirá en el último de los incontables libros que escribió, uno de los cuales, “Ensayo sobre la ceguera”, fue llevado al cine por el cineasta brasileño Fernando Meirelles, director de “Ciudad de Dios”.
Raíces rurales
Una hazaña extraordinaria, por utilizar sus mismas palabras, para alguien nacido en 1922 en el pueblo sucio y pobre de Azinhaga, a unas 97 millas al noreste de Lisboa. Saramago pasó mucho tiempo con sus abuelos maternos, unos campesinos analfabetos que criaban cerdos y vivían en una choza con el suelo de barro y un tejado con goteras.
Los padres de Saramago se mudaron a Lisboa cuando él tenía dos años en busca de una vida mejor. Su padre consiguió un trabajo como policía de tráfico, pero esto no significó una ruptura con sus raíces rurales.
“Pasábamos todas las vacaciones en el pueblo y aquello fue crucial. Cuando llegábamos, lo primero que hacía era quitarme los zapatos y bajar al río con mis amigos, pasear por el campo. Cuando teníamos que regresar a Lisboa, lo último que hacía era volver a ponerme los zapatos, para entonces mis pies habían crecido tanto que era casi doloroso”, recuerda con una sonrisa en la boca.
Él disfrutaba sentándose bajo una higuera y escuchando las historias de leyendas y apariciones de su abuelo Jerónimo. De alguna manera esto explica su gusto por lo fantástico en sus novelas, escritas con su sello personal de ausencia de puntuación, pero él se encoge de hombros ante esta sugerencia.
“No, no, no, si todo aquél que hubiera escuchado historias de sus abuelos se pusiera a escribir, tendríamos muchísimos escritores. No sé porqué siempre me encantó leer, en mi casa de Lisboa ni siquiera teníamos libros, así que tenía que ir a la biblioteca municipal”.
¿En su educación rural detrás de su legendario pesimismo? “No, de ninguna manera. Era un niño serio y melancólico. Siempre tendí a ver el lado oscuro de las cosas, creo que uno nace así”, contesta.
Un hombre hecho a sí mismo
Me pueden quedar tres o cuatro años de vida, quizá menos. Cada vez que acabo un libro espero otra idea, podría no venir esta vez, ya veremos
José Saramago, premio Nobel de literatura
Añade que se hizo incluso más pesimista con el tiempo: “nada está mejorando, incluso la democracia británica, que parecía intocable, tiene ahora parlamentarios que cargan gastos incluso para pagar la comida de su perro, vergonzoso”.
Admite que han habido enormes adelantos técnicos, pero dice que, moralmente, las cosas son peor que antes.
“Con la crisis económica están intentando salvar los muebles, pero el capitalismo permanecerá”.
Su único destello de esperanza lo deposita en el recientemente elegido presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mientras que, sorprendentemente, rechaza al líder izquierdista venezolano Hugo Chávez por su “peligrosa tendencia hacia el totalitarismo”.
Independientemente de lo controvertidas que sean sus opiniones, la mayoría está de acuerdo en que Saramago es un hombre hecho a sí mismo. Sus padres no se pudieron permitir mantenerlo en el bachillerato, así que a los 13 años estudió para ser mecánico de automóviles.
Pasó las tres décadas siguientes trabajando como cerrajero, en una empresa del metal y en una agencia de servicios sociales, y publicó su primera novela en 1947 sin ningún éxito.
Desde entonces prácticamente dejó de escribir, o eso pensaba él hasta que el año pasado descubrió cajas llenas de manuscritos de aquella época que tenía completamente olvidados.
Florecimiento literario tardío
Pero escribir no era la prioridad de Saramago en aquel tiempo. A finales de la década de los 60, se unió al Partido Comunista, y, tras la caída de la dictadura fascista en Portugal en 1974, se convirtió en subdirector del diario recientemente nacionalizado “Diario de Noticias”.
Muchos intelectuales portugueses desconfían de él desde aquel período, en el que, supuestamente, purgó a alguien opuesto al Partido Comunista en el diario. Unas acusaciones que él niega rotundamente.
Irónicamente, fue despedido poco después del fracaso de un golpe de Estado de izquierdas en 1975. Como no hay mal que por bien no venga, esto le obligó a volver a la literatura para sobrevivir y, desde entonces, le llegó la fama.
“¿Estás preparado?”, le pregunta amablemente su mujer al final de cuatro horas de entrevista. Mientras me acompaña fuera, le pregunto por sus planes de futuro.
“Me pueden quedar tres o cuatro años de vida, quizá menos. Cada vez que acabo un libro espero otra idea, podría no venir esta vez, ya veremos”, sonríe mientras dice adiós con la mano.